lunes, 7 de diciembre de 2009

Mondi paralelli

Vuelves a tener tantas ganas como miedo. Te hablaron de ello, leíste sobre ello… seguiste y te perdiste. Ahora va a ser difícil escapar.
Deseas volver allí, oler el suavizante evaporado de la camiseta de tu hermano que se seca sobre el radiador, y que al pasar por el salón se genere un torbellino de humo, color nicotina, por el Ducados de tu padre, que allí reina soberano. Encontrar a tu madre tras la puerta de cristales, bañados de vapor, de la cocina, mientras hace pollo con arroz y prepara la mesa. Te dan ganas de llorar solo con pensar, que cuando mires por la ventana en un par de días, el paisaje habrá cambiado, te estarán esperando tus dos torres, las vías del tren, la arboleda de chopos cerca del puente de piedra, la vecina que nunca engrasa la ruletilla de las cuerdas de tender y que volverá a despertarte como cada domingo de cada domingo que te quedes allí.



Solo son recuerdos. Y por una vez es el futuro.

Tienes tantas ganas como miedo. Te asusta saber que un día no volverás a escribir las mismas palabras sobre el sofá de la cocina, de tu cocina con sofá. Te estremece saber que un día la rutina no será malhablar otra lengua, coger los buses sin pagar, saber que tus dos torres no están frente a tu ventana y que la magia a desaparecido, que las calles no te resguardan de la lluvia, que necesitarás paraguas y dejarás de usar gorros. Que dejarás de valorar tu vida para solo recordar, lo que por esa vez será el pasado, un paréntesis, un paralelo, una experiencia que tuvo principio y fin…

Te da miedo, pero aún sigues con ganas, de encontrar ese final en el final último de los puntos finales.

Queda poco para enfrentarme al hecho de reconocer que nunca existieron los mundos paralelos.

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